Desafortunadamente, no todas las emociones son iguales.
La emoción mas aceptada, la felicidad, es una marca de confianza, de seguridad y de éxito, entre otras cosas. Incluso si tenemos que «fingir hasta conseguirlo», se sabe que expresar la felicidad es una forma segura de ganar amigos y admiradores.
El miedo es tal vez la emoción más aplicable, ya que todo el mundo la ha sentido en algún momento. Todos hemos tenido miedo de algo: dejar un trabajo, pedir a alguien que se case con nosotros, enfrentarse a un amigo sobre algo que hicieron que te molestó… Y teniendo en cuenta el miedo transmitido a diario por los medios de comunicación, el miedo es una de las sensaciones mas fuertes que una emoción pueda causar.
La ira, por muy poco bienvenida que sea, es otra emoción que muchos de nosotros sentimos y ejercemos a diario. Ya sea en el medio del tráfico, o a tu hijo por haber roto un jarrón preciado, o hacia un compañero de trabajo incompetente, la ira es, de nuevo, socialmente aceptada como una emoción completamente normal.
El disgusto es altamente sugestivo y, en su mayor parte, permanece interiorizado pero todavía se siente con regularidad. Cuando se expresa disgusto, en la mayoría de los contextos, se suele aceptar e incluso apoyar.
La tristeza, sin embargo, está en un campeonato a parte, igual que en la nueva característica película de Pixar «Intensa-Mente». La tristeza parece ser alienada, excluida, y perseguida cuando se expresa plenamente. Expresiones de tristeza como el encorvamiento del cuerpo y de la cara, el echarse abajo y el llanto se consideran signos de debilidad e inseguridad. Es injusto que nuestra cultura ponga la tristeza en una caja tan apretada. Es dañino, insalubre, y francamente injusto para la experiencia de la vida humana.
Las personas que no tienen miedo de expresar la tristeza, de hecho, son mucho más sanas mentalmente que los que tratan de suprimirla. En la siguiente pagina te explicamos porque: