No se preocupan por los roles de los géneros o por las expectativas de la sociedad.
El llanto es estigmatizado para ambos sexos. Si ella llora es porque es inestable o un desastre de inseguridad o, la conclusión más delirante, necesita la atención de los demás. Si llora él, es un débil, un cobarde, o, mi favorito personal, no es hombre de verdad. Todas estas generalizaciones animan ambos sexos a sumergir su tristeza en las profundidades de su alma. Aunque es una batalla cuesta arriba que sólo se puede ganar una pulgada a la vez, estamos trabajando sin descanso para romper las limitaciones sociales que cuelgan pesadamente sobre ambos sexos. Los que se dejan estar tristes en público no sólo son valientes, pero también activistas para una sociedad emocionalmente saludable. (continua en la pagina 6)