Ayudan a otros a no escapar de sus emociones.
Me gusta llorar. O más bien, no me impido estar triste cuando siento tristeza. Todos trabajamos para superar algún tipo de demonio deprimente que está tratando de derribar. Cuando nos permitimos sentir dolor cuando lo sentimos, también estamos animando a otros, ya sea la gente que ya conocemos o no, a conectar con nuestro dolor. Saber que no estás solo en el pensamiento, en el sentimiento, o incluso en la acción de cierta manera, es emocionalmente liberador y, en casos extremos, puede salvar una vida.
Los que aceptan la tristeza cuando la tienen en la cara permite que otros hagan lo mismo. Recordando el punto anterior, es peligroso cuando guardamos emociones ocultas y las enterramos dentro de nosotros. Como la tristeza tiene connotaciones negativas, a menudo no nos acercamos a alguien si notamos que está experimentando dificultades, y eso es porque tenemos miedo, no de la persona necesariamente, sino del acto de estar profundamente alterados.
Cuando somos honestos con nuestros cuerpos, permitimos que funcione perpetuamente a su máxima capacidad, incluso cuando estamos experimentando un tremendo dolor.
Hemos estado discutiendo seriamente unos buenos ejercicios de salud mental desde hace años. Con el amanecer de la terapia y los medicamentos para sentirse bien prescritos en gran medida, todos deberíamos ser más agradecidos por nuestra capacidad biológica de llorar y sacar el máximo provecho de este mecanismo anti-ansiedad natural.
Porque el llanto no debe ser percibido como un signo de debilidad, sino como un signo de fuerza interna y empatia.