La amistad entre mujeres no es como la de los hombres, ya que requiere (mucha) paciencia y una pizca más de compromiso. El compromiso de no caer nunca en la tentación de los celos, de la malicia, de la envidia; y ya se sabe: las mujeres somos tanto inseguras cuanto competitivas.
Y estarán de acuerdo conmigo que la efectiva relación numeral entre hombres y mujeres (¿cual? La de 1:7) no ayuda nuestra (a menudo desesperada) necesidad de llamar la atención.
En mi vida he tenido ya muchas «amigas», pero las amigas (las que no necesitan comillas de introducción) las puedo contar en los dedos de una mano, si eso.
En mi vida he sido triste espectadora de amistades interrumpidas violentemente, de teléfonos que dejan de sonar, de invitos a por un café que nunca fueron renovados. A menudo no había ni una buena razón.
Durante ciertas noches y en algunas tardes melancólicas (puede que esto sorprenda a todas esas personas que me consideran una persona superficial), me encuentro a pensar en las «amigas» que tenía. O al menos, eso es lo que pensaba.
A las que me han dado la espalda cuando las necesitaba.
A las que han intentado aislarme y dejarme sola.
A las que han hablado, inventado, mentido y se escondieron, a mis espaldas.
A las que cuando han encontrado novio, se han olvidado de todo el resto.
A las que cuando han vuelto a ser solteras, se han olvidado de todo el resto.
A las que me llamaban solo cuando necesitaban algo (esto solo lo entendí gracias al tiempo).
A las que eran mis amigas solo por el miedo a quedarse solas.
A las que eran mis amigas porque no tenían nada mejor que hacer.
A las que dejaron de ser mis amigas porque les decía las cosas a la cara.
A las que dejaron de ser mis amigas, antes que levantar una copa juntas y brindar, en mis pequeños «sucesos».
A las que han compartido viajes conmigo, horas de sueño, comida pre-cocida y horas en los pupitres del colegio y que se han confirmado peores que esos hombres que se acuestan contigo y no te vuelven a llamar nunca más.
En ciertas noches insomnes y tardes melancólicas, mis recuerdos también van hacia todas esas «amigas» que habría podido tener, y que no lo fueron por SU elección.
A las que me han prometido cafés, aperitivos, tardes de shopping… Y que nunca pasaron de las promesas.
A las que son amigas detrás de la pantalla, y de persona casi no te saludan.
A las que dicen que leen y aprecian lo que escribo, pero cuando se presentó la ocasión de conocerme mejor, decidieron tirar recto.
A las que me han pedido un consejo, una opinión, una ayuda y luego desaparecieron en la nada.
A las que siguen pensando que soy arrogante y sabelotodo sin tener ni la menor idea de quien soy.
A las que no le importa de mi amistad porque solo buscan relaciones de conveniencia.
No, la amistad entre mujeres no es como la de los hombres, ya que esta requiere (mucha) paciencia y más compromiso. Y yo quiero agradecer a las amigas (sin comillas) que tengo, por tener la paciencia de cultivar una relación a pesar de los tiempos histéricos, los malentendidos, y los cambios hormonales. Para ponerse todos los días en juego, para mejorarse, mejorarme, y mejorarnos juntas. Día tras día.