La sal es la reina de los condimentos. Ya sea como conservante o como condimento, puede dar el toque final a cualquier plato. La sal de mesa clásica, que está compuesta químicamente por un 40% de sodio y un 60% de cloruro (de ahí el término químico «cloruro de sodio»), tiene numerosos beneficios.
Por ejemplo, ayuda a la movilidad muscular, favorece los impulsos nerviosos y contribuye a equilibrar la aportación diaria de agua y minerales. Sin embargo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), no hay que superar los cinco gramos de sal al día, el equivalente a una cucharadita.
Sin embargo, muchas personas tienden a superar la cantidad recomendada hasta en tres veces. En cambio, el exceso de sal es perjudicial y puede provocar hipertensión arterial, enfermedades cardíacas e incidentes cerebrovasculares.
Pero, ¿cuáles son las señales que nos envía nuestro cuerpo cuando consumimos demasiada sal? Aquí hay ocho de ellas.
Qué pasa si comes demasiada sal: las señales
Hinchazón – La hinchazón del estómago es uno de los efectos más comunes a corto plazo del consumo de sodio. La sal, de hecho, ayuda al cuerpo a retener agua, haciendo que las reservas de agua se acumulen. La hinchazón localizada en otras zonas del cuerpo, como las manos, los pies, la cara y los tobillos, también puede ser consecuencia del consumo elevado de sodio. No es necesariamente que un alimento con un sabor bajo en sodio sea bajo en sal, así que ten cuidado con los sándwiches, la pizza, los panecillos y las sopas preparadas, y comprueba siempre las etiquetas, ya que pueden ser fuentes furtivas de sal.
Presión arterial alta – la presión arterial alta puede estar causada por varios factores, pero el consumo elevado de sodio puede ser uno de ellos. Un exceso de sal dificulta que los riñones drenen el exceso de líquido. Como resultado, la presión arterial aumenta.
Sed frecuente – tener sed constantemente o más sed de lo habitual puede deberse a un consumo excesivo de sodio. Una gran cantidad de sal en el cuerpo deshidrata, lo que aumenta la sensación de sed. Esto es una señal de que el cuerpo necesita más agua para restablecer el equilibrio.
Aumento de peso – la retención de agua relacionada con el consumo elevado de sal puede provocar un aumento de peso. Ganar unos cuantos kilos en un par de días o una semana puede ser un signo de consumo excesivo de sal.
Micción frecuente – el consumo elevado de sodio hace que se beba más, lo que a su vez provoca visitas frecuentes al baño.
Sueño alterado – Comer alimentos que contienen mucha sal antes de acostarse puede provocar un sueño alterado. Las alteraciones del sueño relacionadas con dosis elevadas de sodio se deben a que el exceso de sal lleva a consumir más alimentos grasos y de digestión lenta, lo que induce debilidad y somnolencia. Un exceso de sal en la cena también puede conducir rápidamente a la deshidratación. ¿El resultado? Te despiertas con sed en medio de la noche, interrumpiendo así un sueño tranquilo y continuo.
Calambres en el vientre – El exceso de sal es malo para ti, empezando por tu vientre. Las náuseas, la diarrea y los calambres estomacales son signos de un consumo excesivo de sal. En estos casos, beber mucha agua puede ayudar a controlar la situación.
Otros – Los efectos a largo plazo de consumir demasiado sodio incluyen afecciones bastante preocupantes y peligrosas, como dolores de cabeza, insuficiencia cardíaca, enfermedades renales, osteoporosis e incluso incidentes cerebrovasculares y cáncer de estómago. Un buen elemento disuasorio, por tanto, para reducir drásticamente el consumo diario de sal.
Entonces, ¿cómo podemos comer menos sodio y reducir nuestro consumo de sal? Lee aquí algunas sugerencias:
–En general, debes preferir los alimentos no procesados o preenvasados: las verduras y frutas frescas, los frutos secos naturales, los cereales integrales, la carne no procesada y los productos lácteos contienen naturalmente poco sodio.
Lee siempre las etiquetas y compruebe el contenido de sodio de los alimentos que compras.
Prefiere la carne fresca a la envasada.
Si compras verduras congeladas, elige las frescas y aléjate de las que ya han sido condimentadas con salsas y otros aromatizantes.
Cuando eliges las especias y los condimentos, no utilices los que ya indican que tienen sodio en sus etiquetas.
Cuando comes fuera pide que no le añadan sal a tu plato.