A medida que crecemos, los sueños del cajón, las esperanzas, cambian con nosotros. La edad de la juventud, que se aleja, trae consigo el cambio hacia la sabiduría. A partir de los cuarenta años, después de tantas decepciones, quizá estemos preparados para afrontar la vida en igualdad de condiciones.
Volver a empezar
Si es cierto que nuestra existencia cambia y se conforma en función de las nuevas necesidades, entonces a los cuarenta años, a mitad de la vida, es el momento adecuado para comprender y evaluar cómo emplear mejor nuestro precioso tiempo. Años desperdiciados, eligiendo al hombre equivocado, persiguiendo esperanzas lejanas; es hora de decir: «¡basta, esta vez es la mía!». Las grandes ambiciones de la juventud dan paso a proyectos más reales con personas que realmente se preocupan por ti. Ya no hay más preocupaciones inútiles, tú, tu yo, está por fin en el centro del universo y puedes disfrutar plenamente de la fuerza interior que has cultivado todos estos años.
Una vida de verdad
Cuando empezamos a abandonar las quimeras y a concentrarnos en lo que tenemos, es el momento en que empezamos a vivir de verdad. Ya no es la búsqueda del momento especial, sino, el disfrute de lo cotidiano, de los hábitos normales que hacen que nuestra rutina sea bella y plena. ¿No es especial ser normal y estar satisfecho con lo que has construido a lo largo de los años? Las frivolidades y los caprichos fáciles han quedado atrás al llegar a los cuarenta años. Ahora es el momento de disfrutar de la calma y la satisfacción de las metas alcanzadas. Un nuevo amor ya no te hará perder la cordura; lo afrontarás con sabia tranquilidad, sin dejarte llevar por el torbellino de los nuevos sentimientos. Estos años son el momento de pasarlos de la mejor manera posible con uno mismo y con las personas que realmente merecen nuestra atención, dejando atrás a quien y lo que nos hizo sufrir, pero que, en realidad, nos ayudó a ser un poco más sabios.