Todas sabemos que si en la cena comemos algo especialmente pesado, a continuación, vamos a tener más dificultades para conciliar el sueño y dormir tranquilas. De hecho, las posibilidades de dormir mal, y tal vez de despertarse durante la noche y no llegar a caer en un sueño profundo y reparador son altos. Como resultado, al día siguiente vamos a ser cualquier cosa menos que descansadas y la fatiga se hará notar desde las primeras horas de la mañana. Y si eso no ocurre esporádicamente, y se convierte en una especie de hábito, es fácil imaginar que las consecuencias en nuestra salud serán importantes.
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