El experimento ha puesto de manifiesto el hecho de que, después de comer correctamente, los participantes emplearon alrededor de 17 minutos en dormirse, mientras que la noche que habían seguido una dieta a su gusto se durmieron después de 29 minutos. La demostración, en práctica, a lo que teorizaban los investigadores: existe una correlación muy cercana entre el exceso de grasa y azúcar, y la calidad del sueño.
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